Nuestras bocas se mantienen en constante desencuentro y esa es la excusa perfecta para que esto funcione. Y esto funciona siempre y cuando no intentemos buscarle explicaciones ni ponerle un nombre. En cuanto existe la más remota posibilidad de que nuestras bocas se aproximen, se rocen, se respiren, nos sentimos en la cuerda floja. Es así, vos lo sabés y yo también.
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