lunes, 16 de junio de 2014

Catarata de pavadas - licencia mundialista

Tuve una pesadilla y hace dos horas que estoy dando vueltas en la cama sin poder dormir. Entonces mil pavadas se enroscan en mi cabeza y se pelean como titanes del Olimpo para ver cuál es la gran ganadora. Y pienso que mi suegra tiene razón, que es verdad que las pesadillas son "porque la noche anterior comés mucho". Aproveché el Día del Padre y la excusa de los nervios por el Partido y el permitido del fin de semana se extendió a lo salado, lo dulce, lo agridulce, lo agrio y cualquier tipo de sabor que mis papilas gustativas tuvieran la capacidad de detectar. Entonces recuerdo el origen de mi nueva superstición: tuve una pesadilla. Inmediatamente, me cuelgo en la Selección y en cómo nos silbaron los brasileños y pienso en la falta de amor que hay en este mundo, en lo maleducado que sería que invitara a alguien a mi casa a tomar unos mates y empezara a silbarlo, a silbarlo con todas las fuerzas de mi corazón. Y creo también que el polisíndeton a veces es inevitable. Entonces llego a la conclusión de que entre tanto silbido, hay una necesidad, una necesidad inconsciente. Y en ese momento, en ese preciso instante, se devela el gran misterio. ¡Por eso le pusieron Brazuca a la pelota! Nos provocan, es una gran ironía a nuestro mote despectivo, porque es cierto que para eso tenemos mucha creatividad, mucha más que ellos que todavía están pensando cuándo tendrán la posibilidad de reivindicarse con otra Apertura del Mundial (y me encanta tocar de oído, porque yo ni la vi). Y nos provocan porque nosotros tampoco los respetamos a ellos ni a nadie, porque somos soberbios y a veces queremos mal a nuestra propia bandera y hasta punteamos en el primero partido del Mundial, el primero, que es como juzgar la fogosidad de un hombre en el primer encuentro sexual. Entonces pienso que José Hernández fue un adelantado, que fue mejor que Julio Verne, que fue como el oráculo para Edipo, cuando puso en boca de Martín Fierro: "Los hermanos sean unidos/ porque ésa es la ley primera;/ tengan unión verdadera/ en cualquier tiempo que sea,/ porque si entre ellos pelean,/ los devoran los de afuera", porque justo cuando escribió eso, y después de dos horas de insomnio estoy más que convencida de que fue así, estaba pensando en Argentina, Brasil, los extraterrestres y el Apocalipsis. "Uh, ¿cómo llegué a esta conclusión?", pienso. Y es en ese mismo segundo cuando recuerdo el origen de este delirio, de mi nueva superstición y la coherencia que tiene que en pleno siglo XXI muchos sigan adorando que nuestro héroe épico sea un tipo borracho, violento, que abandona a la familia y no busca a los hijos. El mundo se cae a pedazos, falta tanto amor. Entonces pienso que la pesadilla quizás no fue tal.