viernes, 27 de abril de 2012

Intermitente y constante

-Buenas tardes, doctor.
-Buenas tardes, señorita.
-¿Qué le ocurre? ¿Por qué llora?
-No, doctor, no estoy llorando. Justamente por eso vine. Hace un tiempo ya que no para de caerme agua de los ojos.
-Mmm... lo veo... ¿y cuál es la frecuencia del llanto?
-No es llanto, doctor. Diría que intermitente y constante.
-Mmm... entiendo..., ¿qué otros síntomas tiene?
-Mmm... no sé... no sabría si realmente son síntomas... a veces viene acompañado de mocos, pero no una gran cosa, si no más bien algo así como más agua que cae de la nariz. Otras me agarra una especie de  ahogo que va desde la boca del estómago hasta la garganta. En ese momento, cae más agua de los ojos y después, cuando empieza a mermar la molestia, me sale menos.
-Bien, ¿tuvo fiebre, vómitos o diarrea?
-No, doctor.
-¿Podría estar embarazada?
-No, doctor, a menos que mi cuerpo esté gestando un bebe hace 24 años.
-¡Bien! Descartamos el embarazo entonces. ¿Cuántas veces al día va al baño?
-Ehhh, no sé, lo normal, tres, cuatro, cinco... realmente no lo conté.
-Déjeme tomar nota, ¿toma alguna medicación?
-No, doctor.
-Mmm... déjeme ver... siéntese ahí, por favor, voy a ver cómo está su respiración...
-¿Qué cree que puede ser, doctor?
-¿Me dijo que no tiene otros síntomas?
-No.
-¿Y en qué momentos es más frecuente?
-Mmm... cuando miro películas, cuando como,  cuando leo, cuando estoy trabajando... el otro día también me agarró cuando estaba explicando la diferencia entre sinalefa y sinéresis... cuando no me demuestran cariño las 24 horas del día, cuando me contesta mal la cajera del supermercado, cuando pongo el lavarropas, cuando se quedaron sin faina en la pizzería... mmm... realmente no sabría especificarlo, creo.
-Bien. No se preocupe. Va a tomar 50 miligramos de T4 de lunes a viernes y los fines de semana tres dosis de tequila, dos al mediodía y una a la noche, siempre después de comer.
-¿Tequila, doctor? 
-Sí, tómelo y en un mes me viene a ver.
-Pero, ¿qué tengo, doctor? ¿es grave?
-No, señorita, no se preocupe, es un síndrome muy común en personas como usted.
-¿Personas como yo?
-Sí, personas que lloran todo el día.
-Pero... no es llanto, doctor. Si veo que no para, ¿puedo venir antes?
-Sí, señorita.
-Bueno, muchas gracias.
-De nada, joven. La espero en un mes. Deje la puerta abierta al salir, por favor.
-¡¿Está insinuando que le inundé el consultorio?! 

...djfhsdjgfdjgheurghefgjnvjcmerhygceurignve...


-No, señorita, ¿qué le ocurre? ¡Tranquilícese, por favor!
-Perdón, doctor, ese es el síntoma que le dije que no sé si es síntoma.
-Entiendo, señorita, quédese tranquila.
-¡Disculpe de nuevo, doctor! Dejo abierto. Hasta luego.
-Hasta luego





domingo, 22 de abril de 2012

Los mismos pies




De pronto, en el pequeño campo visual que quedaba entre mi libro y el piso, aparecieron tus pies vestidos en zapatos de décadas pasadas. Su posición me impedía identificar por dónde habían llegado. Mucho tiempo después supe que siempre subías al andén por un recoveco entre las vías del tren y que nunca pagabas el boleto. No tardé en alzar mi cabeza para identificar quién estaba parado frente a mí interrumpiendo mi lectura. Eras vos, habías llegado diez minutos tarde a nuestra cita improvisada en el bar. Yo no recordaba los detalles de esa noche hasta que volví a verte en  la estación esa tarde. Vos parecías haber comprendido que aquel “nos vemos en la estación a las cinco” había sido sólo una forma de decir, de evitar aclarar que no sentía ningún interés en reencontrarte. Pero me sorprendiste, y eso me gustó. Todavía recuerdo tu cara de incómoda ilusión cuando al levantar la vista no demoré en pronunciar tu nombre. Vos sabías que solamente había sido una cuestión de cortesía, pero decidiste arriesgarte. “No hay nada peor que quedarse con la intriga”, habías dicho tratando de despertar mi curiosidad en nuestra primera charla. Por eso fuiste a la estación. Sin embargo, yo no tenía dudas. Había algo en vos que no quería conocer: me aterraba la seriedad de tus zapatos, tu seriedad. Durante unas semanas, volvimos a vernos y hasta me animé a confesar que la ropa de tus pies era horrorosa. Vos aseguraste que lo mío era un trauma, que algo tenía con tus zapatos que jamás iba a poder revelar. La última vez que te vi llevabas los mismos pies, pero tenías unas zapatillas azules impecables, casi relucientes. Ese día supe que sería nuestro último encuentro. Quizás ya había logrado todo lo que esperaba en vos, quizás mi obsesión se disolvió en tus últimos pasos. 

sábado, 21 de abril de 2012

Paz



Estar en tus brazos al despertar. Así encontré la paz que siempre busqué y que hasta hoy sólo había hallado lejos de casa. Día a día se reinventa esta historia de amor eterno y sincero que vino a devolverme el alma. 

martes, 17 de abril de 2012

Ingenuidad


Creer en la ingenuidad, en las palabras que se omiten. Juzgarte una y otra vez inocente con pruebas que te declaran culpable una y otra vez. Jugar al gallito y al ciego, porque así duele menos y es mejor. Hay que acostumbrarse, amoldarse a que todo lo que esperás es todo lo que realmente no estás dispuesto a dar. ¡Y cómo duele! Duele el silencio y la indiferencia.