miércoles, 31 de agosto de 2011

La más bella niña --- Luis de Góngora (1580)

La más bella niña
de nuestro lugar,
hoy viuda y sola,
ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice,
que escucha su mal:


No me pongáis freno
ni queráis culpar,
que lo uno es injusto,
lo otro por demás.
Si me queréis bien,
no me hagáis mal,
harto peor fuera
morir y callar,

Dejadme llorar
orillas del mar.


Dejadme llorar
orillas del mar.

Pues me distes, madre,
en tan tierna edad
tan corto el placer
tan largo el pesar,
y me cautivastes
de quien hoy se va
y lleva las llaves
de mi libertad,


Dulce madre mía,
¿quién no llorará,
aunque tenga el pecho
como un pedernal,
y no dará voces
viendo marchitar
los más verdes años
de mi mocedad?

Dejadme llorar
orillas del mar.

Dejadme llorar
orillas del mar.

En llorar conviertan
mis ojos, de hoy más,
el sabroso oficio
del dulce mirar,
pues que no se pueden
mejor ocupar,
yéndose a la guerra
quien era mi paz,


Váyanse las noches,
pues ido se han
los ojos que hacían
los míos velar;
váyanse y no vean
tanta soledad,
después que en mi lecho
sobra la mitad,

Dejadme llorar
orillas del mar.


Dejadme llorar
orillas del mar.

viernes, 12 de agosto de 2011

Más palabras --- a L.H


Me pedís que siga escribiendo, que la felicidad de nuestros días no opaque esa escritura que te deleita sólo porque aún no podés ver los defectos que se esconden en cada letra. Entonces me siento e intento recuperar el pulso y la inspiración, pero no hay palabras que describan el sabor de tu boca ni esa sensación de colgar de tus labios sin temor. De todos modos, lo intento una y otra vez, y vuelvo a caer en la monotonía de lo cursi, lo infantil, y me gusta porque ahora es diferente, real y eterno como siempre lo soñé.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Penales


El problema en la vida es siempre errarle por penales. Eso de estar a un paso de la meta y quebrarse la tibia y el peroné mientras el contrincante mira sobrador con una sonrisa de oreja a oreja es lo que me irrita, me exaspera. Porque la pierna me la arreglo en el quirófano en un par de días y unos meses de recuperación, pero esa espina clavada en la garganta que no me deja respirar no sale. Por el contrario, esa diminuta cosita que provoca una gran molestia se va inmiscuyendo cada vez más profundo hasta sellar un recuerdo espantoso de mi persona errándole a la vida por penales. Y no hablo de uno o dos, sino de penales consecutivos, de pateadas magistrales desde los siete metros que van a parar a Groenlandia. Menos mal que la vida no es más que un juego donde unos pocos creen que ganan, pero todos perdemos. ¡Qué hermosa frustración!