De un tiempo a esta parte, sin saber cómo ni cuándo, aprendí a desprenderme de todo lo que desgarraba mi alma en cada amanecer. Aprendí a alejarme de los fantasmas y también de los recuerdos que invadían los recovecos de esa habitación que jamás habitaste. La tarea fue más simple de lo que esperaba, aunque de vez en cuando intentes conmocionar ese corazón que no cuidaste, ese corazón que ya no está ni volverá a ser lo que fue.
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