Me quemo mirándote mientras tus manos,
suavidad de nube, me envuelven de prisa
y en la espera más dulce: nuestros labios
presos de ansiedad, perfecto equinoccio.
Es ese misterio que enciende tus ojos,
envueltos en deseo, amor y lujuria,
el nutritivo alimento de mi alma,
tan amante y amada como ninguna.
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