Hay historias de amor que se escriben en el desencuentro. Ese desencuentro cómplice de un amor que nunca se concreta, pero que está latente. Tan latente que los involucrados se preguntan si no será ese, el desencontrado, el verdadero amor. Ese que crece a destiempo y en silencio se olvida por momentos, pero revive estrepitosamente cuando las miradas vuelven a cruzarse. Porque encontrarse no es el coincidir de los cuerpos en un mismo espacio, encontrarse es mucho más que esa casualidad que viene a desequilibrar el estado emocional obtenido con cuotas de terapia. Entonces se desmorona el castillo racional que servía de muralla para esa inexplicable catarata de sentimientos. Cuando las miradas se cruzan no hay argumentos para contrarrestar el daño colateral de esas bocas, presas de pasión, alejándose. Aunque quizás esa sea la clave. Hay historias de amor que se escriben en el desencuentro de ese deseo que se reprime para conservar su existencia.
1 comentario:
Espero que se cuiden
pero no se repriman,
de haberlo sabido antes
habría vivido la vida
dejándome llevar por el viento, pensar lo que miento,
decir lo que siento y nada más.
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