Supongamos que no dudo ni un segundo de lo que prometiste, que creo que alguna vez realmente pensaste en hacerlo realidad y que los avatares de la vida cambiaron el rumbo. Supongamos que no estabas con otra ni pensabas en otra. Supongamos que quisiste darlo todo por mí y no era el momento indicado. Supongamos que en la vorágine te olvidaste de la dulzura y de mi sonrisa. Supongamos que hiciste lo imposible por alejar los fantasmas. Supongamos que me amaste y que todavía me amás. Supongamos que todavía no aprendiste a demostrarlo. Supongamos que te creo.
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