Basta una palabra, un gesto diminuto como el lunar que se esconde en tu cuello, para estrujarme el corazón. Entonces me vuelvo escéptica: el mundo se convierte en un traicionero refugio y todas mis ilusiones se desvanecen en gotas de lluvia. Basta una palabra, un silencio breve como aquel segundo en que me encontré descubriéndote, para agazaparme nuevamente. Y entonces esa coraza que supiste roer con besos y caricias que no te pedí, pero anhelaba con un deseo ardiente desde el primer día, toma el alma y el cuerpo de un gigante alienado y solitario, envenenado y dulcemente violento, ya dispuesto para el ataque.
1 comentario:
Besos que no se quieren, pero si. Somos los más contradictorios de los seres.
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