Hay una calle que me espera del otro lado de las vías. Su alfombra de hojas secas cruje cuando me asomo a recorrerla y respirar la fragancia a lavanda que flota en el aire. Ese perfume penetra los sentidos hasta bloquear mis pensamientos. Pensamientos que hablamos, compartimos y caminamos en la calle que me espera del otro lado de las vías, pero ya no son acciones ni besos ni presente. Y nada borra mi sonrisa mientras los árboles desnudos se encorvan para mirarme avanzar acariciando su humedad y los recuerdos. Quizás algún día decida quedarme allí para siempre; así ya no tendrá que esperarme ni esperar para ver cómo se iluminan los recovecos más oscuros cuando anochece.
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