Me despierto ahogada en llanto y, sin abrir los ojos, veo como tu recuerdo me asfixia lentamente hasta dejarme sin esperanza. Suficiente para quedarme en la cama y empezar este nuevo día sin vos, igual al ayer y con miedo al mañana. Entonces pienso en las miles de ideas que asesinaron, en las voluntades que la picana no pudo torcer, en los cobardes que prefirieron salvar su pellejo. Pienso en los gritos que escuché al entrar en aquella esquina donde el pasado inscribió la historia más triste de mi país; y vuelve a mí el llanto de esa familia quebrada sin razón, del hermano de la vecina que daba clases en la villa y jamás volvió, del novio de la vecina del hermano secuestrado que estaba haciendo el servicio militar, del llanto de la vecina contando cómo le contaron que se llevaban a su hermano… Vuelve a mí el llanto de esa Carta Abierta leída por primera vez y releída otras mil; el llanto del dolor de esa ex detenida que tuvo a su hija en un centro clandestino de detención y aún vive con el recuerdo de sus manos rasgando las paredes de un sucucho de dos por dos. Ese llanto de un pasado que marcó el alma del pueblo vuelve a mí, pero sobre todo me invade el llanto de un pueblo que se muere de ganas de resucitar la memoria y la lucha por la igualdad y la justicia. Y, sin pensarlo, espanto tu recuerdo, dejo mi débil espíritu escondido bajo la almohada, me lavo la cara y salgo al sol.
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