Cuando somos sensibles, cuando nuestros poros no están cubiertos de las implacables capas, la cercanía con la presencia humana nos sacude, nos alienta, comprendemos que es el otro el que siempre nos salva. Y si hemos llegado a la edad que tenemos es porque otros nos han ido salvando la vida, incesantemente. A los años que tengo hoy, puedo decir, dolorosamente, que toda vez que nos hemos perdido un encuentro humano algo quedó atrofiado en nosotros, o quebrado. Muchas veces somos incapaces de un genuino encuentro porque sólo reconocemos a los otros en la medida que definen nuestro ser y nuestro modo de sentir, o que nos son propicios a nuestros proyectos.
¡Cuántas lágrimas hay detrás de las máscaras! ¡Cuánto más podría el hombre llegar al encuentro con otro hombre, el supremo bien, si nos acercáramos los unos a los otros como necesitados que somos, en lugar de figurarnos fuertes! Si dejáramos de mostrarnos autosuficientes y nos atreviéramos a reconocer la gran necesidad del otro que tenemos para seguir viviendo, como muertos de sed que somos en verdad, ¡cuánto mal podría ser evitado!
3 comentarios:
SUPONETE LO SIGUIENTE:
Yo tengo un kiosco, "ni muy muy ni tan tan", uno de barrio "cálido y con lo justo, con alguna extravagancia, como podría ser hilo para matambre, pero básicamente, un kiosco"... éste ofrece, en uno de sus días, un GRAN CHOCOLATE, el que más cuesta conseguir y el que más expuesto está (al sol, desde la vidriera, obvio). Hasta ahí me seguís? OK.
Un buen día (malo en realidad, pero la frase ya está hecha), llega un "posible comprador", de esos que miran desde afuera la vidriera y generalmente empiezan comprando por el envoltorio. Se decide por confesar que está "clamando" por un chocolate, no específica bien qué tipo de barra de cacao quiere, sólo habla genéricamente. Obviamente, el Kiosco ofrece su mayor postor en el momento, y, recordemos, el que está más expuesto. Se lo acerca, disimuladamente, casi con miedo -le cuesta desligarse de ese GRAN CHOCOLATE-, no deja ver del todo su "contenido" pero algo deja que se vislumbre.
El supuesto comprador titubea, tarda en accionar sacando su billetera o pegando media vuelta, y finalmente, sin decir nada, sin efectuar la compra pero tampoco aclarando que ese TIPO de chocolate no le apetece, se retira.
Sí, un escape, una toma de conciencia al estilo de Cormillot, pero en los terrenos del amor.
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(te lo debía amiga, igual hay que ver si lo autorizás, jajaja)
esta es mi oración de bendición para este nuevo blog que "pinta lindo" y que demuestra que después de una gran tormenta sale el arcoiris. Porque vos necesitás del arcoiris para estar bien, y te lo merecés.
TE ADORO, y lo sabés.
Gracias por transformar mis delirios y caídas en risas y anécdotas.
Una Fiel Seguidora, ChOcO*
jajaja, claramente esto está relacionado con Sabato. Quien clama por un chocolate "se resiste" a especificar cuál quiere porque es presa de este mundo posmoderno y carente de valores.
Esa narrativa merece un blog urgente y creo que los demás lectores de este nuevo alegre espacio van a coincidir conmigo. ¡¡¡Muchas gracias por tu bendición, amiga!!! Te quiero con todo mi corazón.
Si aprendiéramos a amar como animales,
si quedara tiempo que perder,
si bailaran rock and roll los generales,
si cantara el gallo rojo del amanecer.
Y los sentidos olvidaran la razón.
Y las golondrinas
supieran volver
a hacer su nido cada otoño en el reloj
de las oficinas,
si el huracán del porvenir
arrasara las fronteras
rotas las banderas por la pasión,
si reinara en el dos mil
la imaginación.
PS: Yo quiero chocolate.
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