Amo tus raptos de vida que agitan mi vientre fecundo.
Amo tus diminutos dedos que me acarician en sueños infinitos.
Amo la imagen borrosa que atesora tu rostro de niña.
Amo el respirar profundo que altera tu aparente calma y espanta mis miedos.
Amo el poder de fuego que infunde en mí tu nombre.
Amo cada marca que imprime tu cuerpo en mi cuerpo.
Amo tus despertares nocturnos y mis desvelos programados.
Amo la música que nos une en una danza imperceptible y secreta.
Amo tus dulces señales cuando la angustia me oprime el pecho.
Amo tu vivaz respuesta cada vez que mi voz te busca en la quietud.
Amo tus latidos, sagrada melodía para mis oídos.
Amo tu presencia en nuestras vidas.
Te amo, Helena, hija mía.
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