No estás en la brisa, cuando amanece y el frío congela mis pies agrietados de tanto silencio. No estás en el susurro de ese caracol que un día me diste como prueba de amor. No estás en la melancolía que sintoniza la radio al anochecer, ni en el desencuentro de los amantes de la historia que reposa almidonada en mi mesa de luz. No estás en mi insomnio, ni en mis sueños.
No estás en el eco del tren que sorprende mis madrugadas, ni en el claroscuro que divide el mar al atardecer. No estás en las sombras de mis recuerdos, ni en la libertad de mi pelo al viento en pleno otoño. No estás en mis mentiras, ni en mis verdades. No estás... Pero estás en estos versos.
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