Habían quedado en encontrarse a las seis, pero nunca llegó. Otra vez se repetía esa historia de incertidumbres. Quizás por eso jamás le gustaron las citas, los encuentros programados a mitad de camino en defensa de la igualdad de género y de la independencia femenina, porque nunca resultaron como los había imaginado una y otra vez. Pensar qué ponerse, cómo hablar, qué decir y qué no, hasta dónde mostrar, sonreír poco, lo necesario o de más, escuchar demasiado, observar atentamente o disimular el análisis minucioso de cada palabra, del movimiento de sus manos esqueléticas, de sus ojos al mirar. Habíamos quedado en encontrarnos a las seis, pero nunca llegó. Quizás por eso siempre me gustaron los encuentros casuales, en cualquier parte del camino, improvisados, furtivos de la rutina.
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