Creer en la ingenuidad, en las palabras que se omiten. Juzgarte una y otra vez inocente con pruebas que te declaran culpable una y otra vez. Jugar al gallito y al ciego, porque así duele menos y es mejor. Hay que acostumbrarse, amoldarse a que todo lo que esperás es todo lo que realmente no estás dispuesto a dar. ¡Y cómo duele! Duele el silencio y la indiferencia.
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