"Si no te doy pases, no hacés goles”, le decía en broma Ricardo Bochini, el glorioso 10 del Club Atlético Independiente, al pibe de 24 años que jugaba su primera final, el miércoles 25 de enero de 1978, por el Campeonato Nacional de 1977. Hoy, Norberto Outes (54) atesora en su casa de Pereyra Lucena al 1000, Lomas, la foto de aquel joven que ya había superado el mal trago vivido en su debut en Primera División, cuando se había ganado el apodo de “Madera”.
La suerte estaba echada. Independiente había empatado 1 a 1 como local contra Talleres de Córdoba y había perdido la oportunidad de sacar ventaja. Ahora le tocaba jugar de visitante. “Era difícil desde el vamos. El 50 % de ellos era integrante del seleccionado de Argentina que a los pocos meses fue campeón del mundo; pero estábamos confiados y muy seguros de lo que nuestro equipo podía dar. Ganábamos en cualquier cancha y en cualquier país”, detalla Outes, jugador que marcó 90 goles en 173 partidos, y vive en Lomas desde hace 23 años.
Aquel 25 de enero de 1978, pasadas las 21 el árbitro Roberto Barreiro apuntó el inicio del partido, mientras millones de radios portátiles se encendían al unísono. A los 29 minutos, Madera abrió el marcador con un cabezazo fulminante. Independiente tenía el título en sus manos, la gloria, pero todavía faltaban 61 minutos para el silbato final. Con la magia que los mariscales de los dos equipos finalistas desplegaban en la cancha, entre gambetas y paredes, el espectáculo fue tomando color y temperatura. Un pitazo prolongado y una mano extendida hacia la línea de siete metros indicó lo peor. Penal para Talleres, luego de un pelotazo que había pegado en el brazo del defensor Rubén Pagnanini.
A 15 minutos del final del último partido del Campeonato, Talleres ganaba 2 a 1 con goles de Ricardo Cherini y Angel Boccanelli –que pedían a gritos un telebin–, y el árbitro le mostraba la roja a tres jugadores de Independiente por protestar: Omar Larrosa, Enzo Trossero y, el capitán, Rubén Galván, afuera. La cinta iba a parar al brazo derecho de Norberto. El nueve pasaba, ahora, a jugar de seis para rearmar el equipo. La cancha de 11 tenía sólo ocho jugadores del lado de Los Diablos.
El estadio Barrio Jardín era una caldera. La hinchada de Talleres por momentos estaba descontrolada. Los hinchas del Rojo que habían viajado a Córdoba ya pensaban en un retorno sin fiesta. Pero a José Omar Pastoriza, entonces técnico de Independiente, se le encendió la lamparita. Entraron Mariano Biondi y Daniel Bertoni. “No la tirés, no la tirés, salgamos jugando”, le gritó Outes al arquero Roberto Rigante. “Mi vocación de delantero me llevó a decirle eso y ahí nació la jugada del empate que nos llevó al título. Fue una de las tantas cosas insólitas que pasaron esa noche”, recuerda Norberto e interrumpe para pedir “el cortadito de siempre” en la esquina de French y Acevedo, en Banfield.
Biondi y Bertoni fueron los compañeros de fórmula de Bochini. A tres minutos del final, el Bocha la clavó de zurda al ángulo revalorizando el gol de Outes, la entrega del equipo y el apoyo de la hinchada. En ese momento, los hinchas del Albiazul odiaron la discutida regla que dispone que “gol de visitante vale doble”. Con el empate 2 a 2, la vuelta olímpica fue una ovación. Locales y visitantes quedaron boquiabiertos y reconocieron la hazaña del nuevo campeón. La epopeya ya tenía un dueño: Independiente. Y el campeonato un goleador: Norberto Outes con 13 goles. “Eso fue lo más importante que viví en mi carrera. No entraba en mi cabeza perder ese partido”, confiesa Madera. Y agrega: “Lo que hicimos ese día es insuperable por la calidad y el fútbol que mostró el equipo en la cancha para revertir la injusticia”.
Nota publicada en Clarín Zonal el jueves 24 de enero de 2008.
Foto: extraída de Google.
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