martes, 26 de noviembre de 2013

Magnetismo

Distanciándose como imanes que se repelen en cámara lenta,  uno de los dos dice esa última palabra, que nunca es chau ni adiós, porque saben que siempre habrá algún otro encuentro inesperado. Y es inexplicablemente tormentoso nunca poder recordar la boca que pronuncia el último signo de esa sintonía de frases que se disparan para evitar indecorosos silencios y dicen mucho de lo que callan, esa boca que intenta escapar de las miradas que alguna vez encendieron fuegos inextinguibles. Y en cada encuentro casual, aunque no quedan ni las cenizas del recuerdo, el aire huele más a deseo que a pura coincidencia.

domingo, 10 de noviembre de 2013

El viejo y el mar --- Ernest Hemingway

"...Sentía compasión por las aves; siempre volando y buscando, y casi nunca encontraban, y pensó: ´Las aves llevan una vida más dura que nosotros, salvo las de rapiña y las grandes y fuertes. ¿Por qué habrán hecho pájaros tan delicados y tan finos como esas golondrinas de mar, cuando el océano es capaz de tanta crueldad? La mar es dulce y hermosa. Pero puede ser cruel, y se encoleriza muy súbitamente, y esos pájaros que vuelan picando y cazando, con sus tristes vocecillas, son demasiado delicados para la mar'.
     Decía siempre la mar. Así es como le dicen en español cuando la quieren. A veces los que la quieren hablan mal de ella, pero lo hacen siempre como si fuera una mujer. Algunos de los pescadores más jóvenes, los que usaban boyas y flotadores para sus sedales y tenían botes de motor comprados cuando los hígados de tiburón se cotizaban alto, empleaban el artículo masculino, le llamaban el mar. Hablaban del mar como de un contendiente o un lugar, o un enemigo. Pero el viejo lo concebía siempre como perteneciente al género femenino y como algo que concedía o negaba grandes favores, y si hacía cosas perversas y terribles era porque no podía remediarlo. La luna, pensaba, le afectaba lo mismo que a una mujer...".

Foto: Rocío Troyón

"...Imagínate que cada día tuviera uno que tratar de matar a la luna -pensó-. La luna se escapa. Pero, imagínate que tuviera uno que tratar diariamente de matar al sol. Nacimos con suerte...".

martes, 8 de octubre de 2013

Desequilibrio nocturno

Horas sin dormir como esquirlas de una batalla fugaz que ha ganado el insomnio. Enajenada abro los ojos y miro un reloj que no avanza, mientras el reflejo de la luna en la ventana pronostica la hora exacta en que mi escepticismo se vuelve crédulo. 

jueves, 26 de septiembre de 2013

Adiós de primavera

Hace dos años te fuiste, pero el olor a amoníaco todavía resucita tu risa de niña traviesa. Escapando de la razón le hiciste frente al dolor y con tiernas caricias sanaste las heridas de su media orfandad. Los soles de enero, mayo y julio fueron siempre uno para vos, por eso nos dejaste en primavera. Hoy, los cálidos rayos del verano, la incandescente resolana del otoño y el fraterno cobijo del invierno te extrañan más que nunca, como estos brazos que añoran estrecharte una vez más. Te quiero, abuela.


 27-10- 2011 / 23-09-2013

sábado, 14 de septiembre de 2013

lunes, 2 de septiembre de 2013

Ausencia-s

Voy a descubrir las verdades que cegó el amor por cobardía y con palabras extinguiré el fuego que supo arder. Voy a censurar el silencio para que ningún susurro se cuele en mi recuerdo, para que tus ojos no lo invadan todo, para poder pensarme sin pensarte otra vez. Voy a devorarme entre risas, mientras el lunar de mi ojo te busca para despojarse de viejos reproches. Voy a liberar los besos agazapados, las manos entumecidas, el vientre inmaculado. Voy a matar el tiempo antes de que me asesine ese tic- tac infinito de ausencias.

lunes, 26 de agosto de 2013

Soy --- Alfonsina Storni

Soy suave y triste si idolatro, puedo
Bajar el cielo hasta mi mano cuando
El alma de otro al alma mía enredo.
Plumón alguno no hallarás más blando.


Ninguna como yo las manos besa,
Ni se acurruca tanto en un ensueño,
Ni cupo en otro cuerpo, así pequeño,
Un alma humana de mayor terneza.


Muero sobre los ojos, si los siento
Como pájaros vivos, un momento,
Aletear bajo mis dedos blancos.


Sé la frase que encanta y que comprende
Y sé callar cuando la luna asciende
Enorme y roja sobre los barrancos.

jueves, 22 de agosto de 2013

El extranjero --- Albert Camus

"...María vino a buscarme por la tarde y me preguntó si quería casarme con ella. Dije que me era indiferente y que podríamos hacerlo si lo quería. Entonces quiso saber si la amaba. Contesté como ya lo había hecho otra vez: que no significaba nada, pero que sin duda no la amaba. «¿Por qué, entonces, casarte conmigo?», dijo. Le expliqué que no tenía ninguna importancia y que si lo deseaba podíamos casarnos. Por otra parte era ella quien lo pedía y yo me contentaba con decir que sí. Observó entonces que el matrimonio era una cosa grave. Respondí: «No.» Calló un momento y me miró en silencio. Luego volvió a hablar. Quería saber simplemente si habría aceptado la misma proposición hecha por otra mujer a la que estuviera ligado de la misma manera. Dije: «Naturalmente.» Se preguntó entonces a sí misma si me quería, y yo, yo no podía saber nada sobre este punto. Tras otro momento de silencio murmuró que yo era extraño, que sin duda me amaba por eso mismo, pero que quizá un día le repugnaría por las mismas razones. Como callara sin tener nada que agregar, me tomó sonriente del brazo y declaró que quería casarse conmigo. Respondí que lo haríamos cuando quisiera...".
  
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"...Al principio de la detención lo más duro fue que tenía pensamientos de hombre libre por ejemplo, sentía deseos de estar en una playa y de bajar hacia el mar. Al imaginar el ruido de las primeras olas bajo las plantas de los pies, la entrada del cuerpo en el agua y el alivio que encontraba, sentía de golpe cuánto se habían estrechado los muros de la prisión. Pero esto duró algunos meses. Después no tuve sino pensamientos de presidiario. Esperaba el paseo cotidiano que daba por el patio o la visita del abogado. Disponía muy bien el resto del tiempo. Pensé a menudo entonces que si me hubiesen hecho vivir en el tronco de un árbol seco sin otra ocupación que la de mirar la flor del cielo sobre la cabeza, me habría acostumbrado poco a poco. Hubiese esperado el paso de los pájaros y el encuentro de las nubes como esperaba aquí las curiosas corbatas de mi abogado y como, en otro mundo, esperaba pacientemente el sábado para estrechar el cuerpo de María. Después de todo, pensándolo bien, no estaba en un árbol seco. Había otros más desgraciados que yo. Por otra parte, mamá tenía la idea, y la repetía a menudo, de que uno acaba por acostumbrarse a todo...".

viernes, 14 de junio de 2013

¿Literatura de ruptura?

H: ¡Buenos días, Señor!
D: Buenos y santos, ¿en qué lo puedo ayudar?
H: Mmm... estoy buscando un novio.
D: ¿Eso es todo? 
H: Sí.
D: ¿Algún requisito? ¿Rubio o morocho?
H: Es lo mismo, Señor.
D: ¿De qué estatura?
H: En lo posible más alto, pero si es bajo está bien también. 
D: ¿Gordo o flaco?
H: Mientras sea un hombre sano.
D: ¿Alguna nacionalidad en especial?
H: No tengo problemas con eso, Señor. 
D: ¿Negro o blanco?
H: Lo que usted disponga está bien para mí, lo esencial es invisible a los ojos.
D: ¡Me parece muy bien! ¿Activo o pasivo?
H: (sonrojándose) ¡Señor, qué dice, por favor, baje la voz! No es el deseo carnal lo que me trajo hasta acá.
D: A mí no me engañe que yo entiendo de estas cosas. 
H: Pero... ¡¿usted...?! 
D: No pasa nada, en mi Casa nadie escucha. Diga nomás...
H: ¿No era que el Espíritu Santo...?
D: Pero, por favor, hombre, no sea ingenuo. Si los hice a semejanza. Piense un poco. 
H: Entonces..., ¿usted estuvo con María? (haciendo el gesto con las manos)
D: ¡Cruz Diablo! Mire lo que me hace decir. No, hombre, José se ocupó del trabajo sucio. 
H: (dubitativo) Entonces, ¿por qué dice que entiende de estas cosas?
D: A veces son cuadraditos ustedes. Se la pasan discutiendo si existo o no, si soy hombre o mujer, pero nadie jamás se pregunta si soy gay.
H: ¿¡Cómo!? Pero eso de que lo natural entre el hombre y la mujer es...
D: (interrumpiéndolo) Haz lo que yo digo, no lo que yo hago. ¿No es así el refrán?
H: Sí, pero... entonces, ¿sos gay, Señor?
D: Lo dejo a tu criterio (guiñándole un ojo).
H: ¿Activo o pasivo?

miércoles, 5 de junio de 2013

La pasión

Con el tiempo aprendés que la pasión no es más fuerte e inquebrantable en el que grita más alto o en el que se sube al alambrado a hacer gestos obscenos. La pasión no es saberse de memoria cada una de las canciones, ni enumerar a los jugadores según su posición en el campo de juego. Hay algo que va mucho más allá y que no se contabiliza en la cantidad de puteadas al árbitro. La pasión es esa sensación inexplicable que se despierta cuando empezás a vestirte para ir a la cancha y pensás que una media con una pintita de otro color puede jugarte una mala pasada. La pasión te indica que si tirás el chicle antes de que termine el partido el club de tus amores puede perder, entonces mantenés la cábala y te arriesgás a una operación de mandíbula por un gol en ese momento. La pasión es el deseo caprichoso e irremediable de darlo todo afuera, aunque no dependa de vos lo que pase adentro. La pasión es eso que te lleva a mantener la esperanza viva hasta el último segundo, aunque las estadísticas y los escépticos se empeñen en convencerte de que ya estás en la B.

viernes, 17 de mayo de 2013

Encanto cotidiano


Salgo de Tacuarí al 1800, camino una cuadra y media, giro a la izquierda, sigo mi camino. Cruzo bajo el puente a paso ligero porque se me hace tarde, siempre es tarde para mí, mientras la voz de Ciro me susurra al oído calles de luna, gente sin fortuna y sin amor. Con una SUBE prestada, pago mi boleto a Banfield. Mi falta de uñas hace que agarrar la tarjeta sea una odisea y siento la mirada lasciva del usuario que espera detrás para volver a su casa. Miro el boleto, siempre miro el boleto para saber qué hora es. Entonces achino los ojos, corroboro que tengo los lentes puestos con mi mano izquierda y los achino un poco más, mientras pienso que de un año a esta parte es factible que mi vista haya empeorado. Empiezo a retorcer el boleto y la aspereza del papel me produce una sensación desagradable en los dedos hasta que de tanto enrollarlo, como si estuviera armando un cigarrillo, empieza a deshacerse. Y Ciro sigue susurrando mientras mil caras enajenadas vienen hacia mí tras un apretujado viaje. Cinco, cuatro, tres. Giro a la izquierda sosteniendo con mayor fuerza la cartera aferrada a mi brazo derecho y mientras camino esquivando obstáculos por el extenso pasillo con olor a hamburguesa y transpiración pienso cuál será el determinante para elegir a qué vagón subir. Un hombre vestido de azul se apoya en el respaldo del asiento junto a la primera puerta, donde parece no caber un alfiler. En la siguiente,  dos  jóvenes se abrazan acaloradamente, así que prefiero no interrumpir la escena. Tres, cuatro, cinco, seis, siete puertas, me resigno a viajar de pie. Ocho… veo un poco de espacio, permiso, permiso, gracias. Bastan cinco minutos para que el tren se ponga en marcha y las turbinas empiecen a girar, aliviando el tufo característico que invade el Roca de pe a pa. Entonces me imagino qué agradable sería colocar 400 rociadores con olor a jazmín y pienso que la gente sería mucho más feliz viajando en tren si tuvieran, como yo, a Ciro susurrándoles en el oído… Tooodo pasaaa. Abro los ojos y siento que alguien me observa a lo lejos, entonces volteo la cara hacia la izquierda rápidamente y un joven no tarda en bajar la mirada. Me pregunto qué estaría pensado, quizás también estaba imaginando 400 rociadores con olor a jazmín, pero no tiene auriculares. Por la ventana veo cada día un paisaje distinto. Un chico con una remera blanca monta a caballo en una escuela de equitación a la altura de Avellaneda; en Gerli recuerdo  el día que el tren se quedó y seguí al rebaño para saber cómo volver a casa; en Lanús un mensaje de texto dispersa mi atención; los estudiantes caminan en el pasaje lindero a las vías en Escalada y entonces se despierta esa ansiedad nerviosa por llegar a destino. Pienso la estrategia acorde para salir entre el tumulto de gente, mientras una mujer me roza la mano para agarrarse del asiento y no perder totalmente el equilibrio. ¿Bajás? Sí. Permiso, permiso, gracias. De costado esquivo a la señora que empuja a su hijo para que suba al tren antes de que bajen los que tienen que bajar y me pregunto qué tan difícil puede ser la lógica de que si no bajamos nadie puede subir. Y entonces una fuerza inexplicable me deja parada en medio de la estación, me veo en una encrucijada, no sé si subir por las escaleras o ir al bajo nivel. Un hombre me choca el hombro y sin mirarme se disculpa. Decido ir por las escaleras, por donde va el desconocido. Uno, dos, tres, cuatro… miro las vías desde el puente peatonal y sonrío ante el encanto de lo cotidiano. Camino por Alem, voy mirando las casas y pateo la alfombra de hojas secas que embellece la vereda. ¿Quién puede ser infeliz rodeado de tanta vida? Y Ciro se resiste, ahora más que antes, y me grita al oído esquina Libertad, envido y truco del tiempo, a usted le toca jugar, no haga parda, y corte el viento. 

lunes, 11 de marzo de 2013

------- Entrega VIII

Hola. Hola, Wally. ¿Qué pasó, bicho? ¿No vas al recital? Sí, sí, estoy en un teléfono público, quería escuchar tu voz un rato. Bueno, ¿pasó algo? ¿todo bien en el laburo? Todo igual por ahora, con un par de libros que voy a tener que ver este fin de semana, pero tranqui... ¿Vos, amor? Nada, sigo pensando lo del viaje. Ah, está bien. Sabés que me olvidé de contarte que el otro día me crucé a un hombre en el tren que me dio charla todo el viaje, macanudo... ¿Cuándo? Ayer, no, no, ayer me quedé de Adri, antes de ayer... Muy amable, me alcanzó el libro que se me había caído... es un desastre viajar así, vos sí que no te podés quejar. Tenés todo cerca, menos a mí. ¿Cuántas monedas pusiste? ¿Qué? En el teléfono... ¿Y eso a qué viene, Walter? ¿ Te molesta que te haya llamado otra vez? Porque parece que me querés cortar... No, te preguntaba nada más... Bueno, igual ya se está por cortar. Avisale a Lolo que no voy porque estoy acá. Sí, ya sabe, ya te conoce. Hablamos  mañana. ¡Dale! Te amo. Hasta mañana. Hasta mañana. Que descanses. 



A Walter pareció no importarle que había hablado con un extraño en el tren y si antes me sentía culpable, ahora la situación era más angustiante, porque evidentemente lo había llamado para decirle la verdad y terminé manipulando hábilmente la información ayudada por su falta absoluta de interés en el hombre macanudo, cuando lejos estaba ese rasgo de ser el quid de la cuestión. Todavía no entiendo si siempre tuvimos un problema de comunicación o el tiempo acrecentó nuestra intolerancia, pero había algo que cada vez se presentaba ante mis ojos con más claridad: ya no lo amaba o al menos comenzaba a odiar su confianza ciega en mí, su falta de sangre. Nunca me gustaron las personas frías, demasiado seguras de sí y ajenas a los celos. Con el tiempo, fui descubriendo que Walter encajaba de pies a cabeza en esa lista interminable de gente incomprensible e indeseable para mí.

lunes, 4 de marzo de 2013

------- Entrega VII

De pronto, una mano me acarició delicadamente la nuca y me puso la piel de gallina hasta los pies, interrumpiendo el cigarrillo que disfrutaba sentada en la plaza, una de las rutinas de mi hora de almuerzo. Me sobresalté, pero no llegué a darme vuelta cuando unas zapatillas desprolijas se asomaron por la derecha. Una sonrisa deliciosa me miró en silencio y yo permanecí en ese banco de material sin pronunciar palabra. Como en una nebulosa no podía saber quién era ese extraño parado frente a mí. La manos comenzaron a sudarme asquerosamente y el pucho a medio consumir parecía estar adherido a mi mano. Entonces, aparecimos abruptamente en un lugar desconocido. Parecían las ruinas de un antiguo palacio y yo estaba sentada en la cabecera de una mesa larga de madera, retraída en medio de un banquete monumental, mientras el vino añejo se chorreaba por las paredes como cataratas de sangre. El extraño parecía tener el rostro borrado, como esos efectos de televisión para proteger la identidad de los testigos, pero su risa era inconfundible. Era una risa aguda que sonaba aterradora a mis oídos. Entonces en el gran salón, donde hasta el momento sólo estábamos nosotros, se abrió una puerta de dos hojas de madera tallada y un desfile interminable de lobos y cuervos comenzaron a ocupar cada recoveco del lugar. Algunos se sentaban sobre la mesa, otros en las sillas alrededor de mí y estaban los que permanecían de pie simulando un baile de vals improvisado. Una vez consumidos los manjares del banquete, los invitados comenzaron a devorarme. Los lobos y los cuervos me iban desgarrando y despedazando la carne, mientras yo permanecía inmóvil observando desesperadamente pero sin resistencia mi propia consumición. El extraño tampoco parecía inmutarse. Poco a poco, el hombre de las zapatillas desprolijas se convertía en uno más, en un lobo mitad cuervo, y mientras me roía el corazón... 

-Saliiiiiiiiiiiiiiiiiii, desperté gritando bañada en sudor. 

-Boluda, ¿qué te pasa? 
Todavía no podía despegar los ojos cuando recordé que la noche anterior me había quedado a dormir en la casa de Adri. 
-Nada, nada, tuve una pesadilla. ¿Qué hora es?
-Mmm... a ver- dijo mientras se estiraba para encender el velador. Las 5. ¿Qué soñaste?
-Mañana te cuento.


A la mañana no recordaba ni la mitad de los detalles de la pesadilla, pero todavía tenía una extraña sensación en el cuerpo. Hacía años que no soñaba algo tan espantoso y con tanta claridad. La mala costumbre de analizar mis propios sueños me llevó a la conclusión de que lo que me estaba devorando era la culpa. Cuando se lo dije a Adri en medio del desayuno, no pudo parar de reírse y me sugirió que no se lo dijera a nadie porque me iban a tratar de loca. Esa misma noche, antes de ir al recital, le conté a Walter que había conocido a un extraño en el tren. 

lunes, 18 de febrero de 2013

------- Entrega VI

A la mañana todo lo que la noche anterior parece posible, real y lógico decanta siempre en la misma conclusión: una total y absurda estupidez fruto de la desesperación por el sueño que anda rondando, pero no termina de llegar. Sin embargo, ese día fue diferente. Rafael me siguió pareciendo un nombre acorde a los rasgos de aquel extraño e incluso una forma práctica para hacer referencia a él, aunque no existiera más que una sola persona en el mundo con la que pudiera ser monotemática hasta el hartazgo y un poco más. Y esa persona estaba ahí riéndose a carcajadas de mis contradicciones, sentada frente a mí en una de las mesas junto a la ventana de Rouge, un barcito de Flores que habíamos empezado a frecuentar hacía un par de meses. 
Adri es la única persona a la que le cuento mi vida sin reservas y por la que podría poner las manos en el fuego sin miedo a quemarme. No voy a extenderme contando que nos conocimos en el jardín de infantes, porque no viene al caso, pero hay algo que siempre rescato porque creo que la describe de pies a cabeza y es que ella fue la única que me defendió cuando me negué a jugar en el rinconcito de la cocina. Ella defendió quizás una de las primeras decisiones que tomé en mi vida sin importarle cuáles eran mis motivos para hacerlo (porque todos sabemos bien que entonces no me preocupaba eso que ahora se nos da por llamar machismo y feminismo). 
Después de una larga charla, tres cervezas y más dudas que antes de empezar nuestra terapia de grupo, nos fuimos a su casa, esa que ya no compartía con Nico, pero que todavía estaba colmada de posters de Boca Juniors. Adri me pidió que me quedara esa noche por si le volvía "esa sensación espantosa de querer tirarse por la ventana". Sabía que esa frase no era más que una infantil arma de manipulación que le funcionaba conmigo, pero acepté sin problemas porque el último tren a Banfield había pasado hacía más de media hora y  desde su casa estaba mucho más cerca para ir al trabajo. "Parecemos dos adolescentes, dormimos juntas como a los 13", le dije entre risas antes de cerrar los ojos y poner cola con cola para ir a dormir.

jueves, 14 de febrero de 2013

Don Quijote de la Mancha--- Miguel de Cervantes Saavedra

"... El amor, según he oído decir, unas veces vuela y otras anda; con éste corre, y con aquél va despacio; a unos entibia, y a otros abrasa; a unos hiere, y a otros mata; en un mesmo punto comienza la carrera de sus deseos, y en aquel mesmo punto la acaba y concluye; por la mañana suele poner el cerco a una fortaleza, y a la noche la tiene rendida, porque no hay fuerza que le resista..."  (Pág. 255)

martes, 5 de febrero de 2013

Escribir

Escribir para provocarte, para hacerte enojar y desentendernos. Escribir para celarte y saber que estás vivo, que el tiempo no ha congelado ese músculo vital que mucho sabe de heridas mortales. Escribir para desintegrarte en un segundo y volver a armarte con letras iracundas. Escribir para liberarme, para soltar mis frustraciones y hacer realidad mi sueño. Escribir para decirte lo no dicho, para escupirte el rencor en la cara, para que limpies tus culpas en mi ausencia. Escribir para aliviar el dolor de la distancia, para acercarme a tu oído y susurrarte mi vida. Escribir para seducirte incorporalmente, para que no olvides quién soy, para que cada palabra sea una bocanada de aire. Escribir para volverte loco hasta morir por asesinar mi recuerdo. 

lunes, 4 de febrero de 2013

------- Entrega V

Esa noche estuve despierta hasta las tres de la madrugada, no podía sacarme al extraño del tren de la cabeza. Había algo, algo imposible de explicar que me intranquilizaba, quizás era la sensación frustrante de haber hablado durante cinco estaciones sin respiro y ni siquiera saber cuál era su apodo o dónde se bajaría. Decidí ponerle un nombre a esa cara, a esos ojos marrones intensos que decían mucho más de lo que podían hablar, a esa voz ronca y ese tono pausado de expresarse, a esas manos huesudas que se movían en forma resuelta y armónica, a esa espalda que me había topado accidentalmente. No hay casualidades sino destinos, recordé haber leído alguna vez en alguna página de Ernesto y sonreí estúpidamente ( como suelo sonreír cuando pienso algo sin sentido que sólo se me puede ocurrir durante mis horas de insomnio en las que todo parece posible o cuando viajo en el tren con ganas de pensar en nada trascendente)Juan, Antonio, Roberto, Francisco, Luciano, Ricardo, Esteban... La tarea empezó a tornarse más difícil de lo que parecía... Camilo (me suena a Cienfuegos, jajaja), Carlos (ni que fuera mi abuelo), Julio, Rafael... Rafael, Rafael, sí, Rafael me encanta, como el cantante. Yo soy aquel que cada noche te persigueeeeeeee yo soy aquel que por quererte ya no viveeeeeeeeeeeeeeeee ¿y cómo es él? ¿de dónde es? ¿a qué dedica el tiempo libre? toda una vida te estaría mimando te estaría cuidando como cuido mi vida que la vivo por ti la noche que me quieras desde el azul del cielo que dirán de mí cuando yo me vaya qué dirán de mí cuando de la espalda yo sigo siendo aquel a pesar de las dudas y mi eterna locura yo sigo siendo aquel eterno caminante que vive en cualquier parte y muere cada noche un poco que vuelve a equivocarse y vuelve a levantarse y que ama con la fuerza de un loco yo sigo siendo aquel que cuando muere el sol la echa de menos yo sigo siendo aquel que va dejando el alma entre sus besos yo sigo siendo aquel que mira cada noche las estrellas y siempre les pregunto igual que tantas veces si está durmiendo ellaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa. 
Todas las canciones vinieron a mí como una catarata de inspiración divina. Esa noche estuve despierta hasta las tres de la madrugada, no podía sacarme a Rafael de la cabeza.

lunes, 28 de enero de 2013

------- Entrega IV


-Tomasa, bajate ya de ahí. Un día de estos te voy a revolear por la ventana, no te subas más te dije.
Miaaauuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu.



Te llamé tres veces ya, ¡para qué mierda tenés contestador si no lo vas a usar! Holaaaaaaaa, holaaaaaa, ¿todavía no llegaste a tu casa? ¿estás haciendo horas extras en la oficina? (risas) Dale, turrita, atendeme. Ya hablé con Diego. Me mudo este fin de semana. Llamame en cuanto llegues. 

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¿Cuándo hablo, pa? Sí, ya hizo el piiip. Hola, soy yo, mamá... Seguro que estás con mucho trabajo, mi amor. Llamame que papá te extraña. Te hice unas milanesas para chuparse los dedos. Vení a buscarlas cuando quieras, pero si podés hoy mejor porque están fresquitas. Te amo. Mamá.

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Loca, este jueves tocamos en Capital. No tenés excusa para venir. Fabi viene con Gus. Decile a Wally. Abrazo. El caballero de la triste figura (risas).

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Holaaa, amor, ¿no llegaste todavía? Llamame cuando puedas. 


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-¿Qué hacés?

-Sí, recién llego.

-Todo tranquilo, ¿qué? ¿acá? ¿es un chiste?

-No, Adri, no te enojes, pero ni loooca. Ya sabés que soy medio jodida.

-Sí, ya sé, perdón, es que estoy con la cabeza en otra cosa.

-Sí.

-Sí, qué sé yo…

-No sé, pienso, pienso, no sé, me dejó pen…

-Sí, me da un poco de culpa, no sé por qué, quizás debería contarle a Wally, ¿no?

-Que hablé con un extraño…

-No, no se lo diría.

-Pero es distin… sí, ya sé, pero bueno, siento que le estoy ocultando algo.

-Bueno, sí, te ayudo.

-No, el domingo.

-¿Y Diego qué dice?

-¿En serio? Uh, la vieja te va a hacer un gualicho.

-No te enojes, es joda, me tenté.

-Ok.

-¿Qué decís? ¿Le digo a Walter o no?

-Lo del tipo del tren, Adri.

-Ok.

-Sí, mañana, miércoles.

-Dale, a la noche, pero tipo nueve.

-Bueno, te dejo así llamo a Walter.

-Chaucito.

-Hola, amor, ¿estabas comiendo?

-Ahhh, como tardaste en atender...

-Sí, recién llego.

-Todo tranquilo, ¿vos?

-Buenísimo, qué bien, ¿y cuándo viajarías?

-Sí, me llamó porque tocan el jueves.

-No hay problema, ya sabe que no vas a venir.

-¿Vas a pasar las fiestas allá?

-Ah, claro, bueno es lo mismo igual, sólo preguntaba.

-Bien, mucho trabajo...

-No, nada que ver, debe ser el cansancio.

-Sí, ahora como algo y ya me acuesto. 

-Yo también. Dale, qué descanses, mañana hablamos.

-Mamiiiiii, ¿qué hacés?

- Ah, hola, pa, ¿están cenando?

-Bueno, dale, paso un rato.

-Yo también. 



miércoles, 23 de enero de 2013

Que todo es igual


Y él dice que es lo mismo, que nada cambió, que todo es igual. Y vos sentís que es mentira, que hay algo oculto en sus ojos imposible de descifrar. Y él dice que son puras ilusiones, que todo está bien, que no hay razones para llorar. Y vos sentís que ya no es igual y una nube extraña se posa sobre tu nariz y no te deja ver lo que hay más allá. Y él dice que sos artista, celosa, irracional. Y vos sentís que él es frío, distante, inexpresivo. Y él dice que sos exagerada y dramática. Y vos sentís que él todo lo minimiza a una simple escena femenina. Entonces se empieza a abrir una brecha y el orgullo se cuela por las paredes resquebrajadas hasta arañar las sábanas. Y en la noche más inesperada, ya no son dos, ya no suena el teléfono ni hay reproches pendientes rondando en tu cabeza. Pero él ya no dice que es lo mismo, que nada cambió, que todo es igual.

lunes, 21 de enero de 2013

------- Entrega III


Walter era un loco lindo de La Plata, especialista en hacerme reír y cinéfilo. Él decía que el cine es la única forma de hacer realidad todas las fantasías del hombre en menos de dos horas. Siempre me gustó esa frase que no olvidaba repetir en cada reunión familiar. Amaba los perros, la cerveza con granadina y estaba obsesionado con la organización. Hacia tres años que éramos novios y todavía no habíamos compartido un fin de semana improvisado o simplemente haciendo nada. Realmente odiaba esa herencia de no dejarse sorprender y su exagerada valoración de las distancias, razón por la que a excepción de alguna fecha especial nunca nos veíamos durante la semana. Jamás logramos ponernos de acuerdo en la diferencia teórico-práctica entre querer y amar, discusión que nos valió más de un mes sin dirigirnos la palabra. Y el tiempo pasa y cuando te querés dar cuenta ya no te mirás, no te reís, no te tocás ni te reconocés en el otro. No hay más que decir, como si el amor hubiera quedado en el camino agobiado por los deseos frustrados y el miedo a decir hasta nunca. Walter era un loco lindo de La Plata devenido en costumbre.

lunes, 14 de enero de 2013

------- Entrega II

Nos conocimos el lunes 17 de octubre de 1988, día peronista, pero él aseguró entender nada de política, así que evitamos las conversaciones protocolarmente incorrectas. Yo estaba desesperada por encontrar un asiento libre en el tren de Constitución a Banfield. Había caminado todo el día en busca de una traducción de Flash y volvía con las manos vacías porque, según me había dicho el único librero que sabía de qué hablaba, ni siquiera existía para ese entonces.
        En medio de mi desesperación y con mi atolondramiento característico a cuestas, me llevé por delante una espalda mientras trataba de evitar tropezar con las piernas estiradas de un señor que parecía disfrutar de un plácido sueño cuando el tren todavía no había arrancado.
-¿Saramago?- dijo al levantar mi libro del suelo y acercarlo a mí.
-Sí-respondí sin mirarlo y dando una breve sonrisa al aire en gesto de agradecimiento.
-¿Es bueno?
-Mmm... Eso es muy subjetivo- opiné mientras descubría unos ojos marrones intensos escudriñándome.
-¿Y qué dice tu subjetividad?
-(Que me dejes seguir buscando un asiento) Que es uno de los mejores, sin dudas.
-¡Qué bien! De los que leí, yo prefiero Tierra de Pecado.
          (Eso me gusta). Sin pronunciar palabra volví a regalarle una pequeña sonrisa, ya más sincera. Así pasó el viaje, las cinco estaciones volaron entre Saramago, Cortázar, el paso del tiempo, una hermosa metáfora sobre el amor y el fútbol y mis piernas agotadas. 
-Me bajo acá. Gracias por la charla- interrumpí alzando mi mano y alejándome justo cuando un silencio incómodo se asomaba en nuestra conversación.
-Fue un placer. Nos vemos- dijo cortésmente levantando su mano derecha.
            Ese 17 de octubre de 1988 me acosté pensando en él, en ese extraño del tren de quien ni sabía el nombre, pero ya parecía conocer todos sus gustos literarios. 
         Al otro día, como todos los días, la rutina laboral me esperaba nuevamente con una interminable pila de trámites de la editorial por resolver, pero lo peor era tolerar la arrogancia de los pseudos Fogwills que dejaban su tarjeta personal (¿dónde se vio un escritor con tarjeta personal?) en mi escritorio, como si yo fuera la responsable de que el reverendo hijo de puta de mi jefe hiciera una selección a dedo, porque era hijo de puta, pero no estúpido, sabía de literatura y quizás eso era por lo único que ya cumplía mi quinto aniversario laboral en ese sucucho de Tribunales.
        Al salir de la editorial, casi sin darme cuenta, volvió a mí el extraño del día anterior. ¿Dónde se bajaría él?- pensé- quizás es de Lomas o me lo vuelvo a cruzar en el tren. Hice un intento por recordar a qué hora había subido, pero no podía saberlo porque no había prestado atención a ese detalle cuando sólo me interesaba sentarme. Entonces hice un recuento rápido. (Si mis cálculos no fallan, llegué a mi casa aproximadamente a las 20.15. Tengo media hora en colectivo, lo habré esperado quince minutos, más siete de caminata: las siete). Miré el reloj de Constitución: eran las seis. Por un segundo pensé en hacer tiempo, pero inmediatamente me di cuenta de que era una locura. ¿Qué le iba a decir a Walter? Seguí caminando y subí al tercer vagón del segundo andén.

lunes, 7 de enero de 2013

------- Entrega I

Jamás había sentido tanto miedo. Estaba enajenado, fuera de sí. Por primera vez era un hombre desconocido para mí, irreconocible. Su rostro se había transformado en un segundo y su mirada me laceraba con un odio recalcitrante que parecía provenir de lo más profundo de sus entrañas. Esa noche no pude dormir. En mi mente no dejaban de rondar las posibles justificaciones para entender su abrupta e inesperada reacción. Los golpes que resonaban en la puerta de chapa volvían a mi cabeza como una batucada de desesperación. Definitivamente, ya no éramos aquella pareja feliz que soñaba con envejecer tomados de la mano. Algo había cambiado entre nosotros y aquella vez fue sólo el principio de mi pesadilla.